domingo, 28 de septiembre de 2014

Pacientes y el acceso a la información sobre medicamentos


Esta semana se celebra el congreso internacional de ESMO en Madrid. En él, se presentan multitud de datos y resultados de estudios sobre tratamientos oncológicos de distintas patologías. Estos, en su mayoría, están vinculados al uso de fármacos desarrollados por la industria y que están sujetos a prescripción médica.
 
En esta edición del 2014 se ha producido una pequeña polémica al restringir el acceso al área de exhibición comercial y a los simposios satélites a pacientes, estudiantes, enfermeros y periodistas. La organización ha emitido un comunicado en el que se desvinculaba de tal restricción haciendo referencia a la legislación española que prohíbe la “publicidad” de medicamentos sujetos a prescripción médica a toda persona que no sea un profesional sanitario.

El artículo 78 de la ley 29/2006 de garantía y uso racional de medicamentos y productos sanitarios, que recoge los puntos de la directiva europea 83/2001, estipula los siguientes supuestos para la promoción de medicamentos:
1. Podrán ser objeto de publicidad destinada al público los medicamentos que cumplan todos los requisitos que se relacionan a continuación:
  • Que no se financien con fondos públicos.
  • Que, por su composición y objetivo, estén destinados y concebidos para su utilización sin la intervención de un médico que realice el diagnóstico, la prescripción o el seguimiento del tratamiento, aunque requieran la intervención de un farmacéutico. Este requisito podrá exceptuarse cuando se realicen campañas de vacunación aprobadas por las autoridades sanitarias competentes.
  • Que no constituyan sustancias psicotrópicas o estupefacientes con arreglo a lo definido en los convenios internacionales.
 
La ley no deja margen a la publicidad de ningún medicamento bajo prescripción médica. Así mismo el código de buenas prácticas de Farmaindustria, al arreglo del BOE, también se pronuncia en la misma línea.

Llegados a este punto hemos de distinguir entre dos conceptos, la publicidad y la información. Ambos conceptos implican la transmisión de contenidos pero los fines son distintos. En la publicidad se pretende influir en el sujeto para el uso o compra de lo publicitado mientras que el concepto “información” es definido por la RAE como: “Comunicación o adquisición de conocimientos que permiten ampliar o precisar los que se poseen sobre una materia determinada”. Esta diferencia es crucial a la hora de que los pacientes tengan derecho a los mejores tratamientos y puedan elegir y codecidir sobre su propia salud.

En la actualidad, los profesionales sanitarios se están encontrando cada vez más con pacientes, que en muchas ocasiones, demandan información o aportan otros puntos de vista a los diagnósticos y tratamientos. Este nuevo paciente “informado” aumenta día a día propiciado por la facilidad de información que los medios digitales (básicamente internet) proporcionan.  La tendencia del empoderamiento informativo de los pacientes es cada vez más importante e irá incrementándose a medida que las actuales generaciones más jóvenes vayan llegando a las franjas de edad con más  patologías.

Una de las preguntas que nos debemos realizar es si la información que reciben los pacientes sobre tratamientos farmacológicos y la cual, utilizan día a día para interactuar con los profesionales sanitarios, es veraz, correcta y adecuada. Teniendo en cuenta que esta información no puede ser proporcionada por los fabricantes de los productos y ni tan siquiera por las autoridades sanitarias, estamos dejando que terceros, habitualmente no profesionales, den criterios farmacológicos de origen dudoso a los pacientes.

Si buceamos un poco más en la legislación encontramos la ley orgánica 41/2002 de autonomía del paciente. En su artículo número dos habla del “derecho” del paciente a ser informado y decidir sobre las alternativas terapéuticas con esa información.

Si balanceamos las dos vertientes de la legislación, se genera una pregunta obvia ¿Es buna la restricción de información a los pacientes, avocándolos a los foros desregulados de internet?

Obviamente la respuesta es negativa, pero la alternativa no es ni tender hacia un modelo publicitario estadounidense ni hacia una prohibición total con intentos de controlar los contenidos digitales (cosa totalmente imposible). Tanto EFPIA como la Unión Europea han debatido sobre el tema y han propuesto, sin mucho éxito, alternativas informativas para los pacientes.

Al distinguir entre publicidad e información se pueden generar reglamentos estrictos que propicien el acceso de los pacientes a información de calidad proporcionada por los mismos profesionales, la industria y las administraciones sin incurrir en la frivolidad de la “publicidad” que tanto temen los gestores públicos. Es necesario que se cree un marco regulador para poder satisfacer las demandas de contenidos de todos aquellos que no son profesionales sanitarios. Además, garantizando la calidad, veracidad y la capacidad de contrastar dichos contenidos.

Existen sólidas evidencias que señalan que la adherencia al tratamiento se refuerza en el paciente informado. En consecuencia la colaboración de los pacientes con los profesionales implica resultados mucho más efectivos de los tratamientos y menor incidencia de efectos adversos. Esto genera una bajada de los costes derivados de la mala administración de medicamentos.

Es por todo esto que la regulación se ha de adaptar a los tiempos que vivimos permitiendo la difusión de información que no publicidad de los fármacos a los pacientes. Hay que homogeneizar las legislaciones estatales a nivel europeo y propiciar las sinergias entre las agencias, la industria y los profesionales para dar la mejor calidad de información farmacológica al paciente.

lunes, 17 de marzo de 2014

Formación y aprendizaje en salud ¿Son posibles otros modelos? #CarnavalSalud

Como personas del mundo sanitario, en su más amplia interpretación, a menudo, asistimos a múltiples congresos, simposios, reuniones y otros eventos para recibir o impartir “formación”. En primer lugar, hemos de entender “formación” en el sentido más amplio de la palabra y no únicamente como cursos estructurados y pautados. La formación va desde el aula más formal hasta el networking generado en una pausa-café. Me voy a centrar en algo tan conocido como los Congresos/Simposios.

Escolástica  (Miniatura. s. XIV)
Hablemos de la situación actual. La multitud de actos (de muy diversa índole) impulsados por organizaciones, empresas, personas particulares, fundaciones etc. es cada vez mayor. Cada evento tiene sus propias características, sus ponentes, sus participantes, sus patrocinadores…etc.


La cantidad de actividades y la complejidad de estas, es ingente. Mires él campo que mires, estas actividades están por todas partes. Estamos, en mi opinión, colmados de formación.


¿Pero realmente estamos hartos de formación o únicamente de la “mala formación”?

Profundicemos un poco. En general los actos más comunes y grandes, suelen ser congresos y simposios. En estos, encontramos una y otra vez a los mismos participantes y los mismos organizadores. En un par de meses, los organizadores pasarán a ser invitados y los invitados organizadores en un ciclo sin fin (una especie de endogamia científica generalizada)

Aunque actualmente la medicina moderna avanza a marchas forzadas es físicamente imposible que de un mes al siguiente existan novedades sustanciales para comunicar o formar a tus colegas. Aun así, se siguen generando más y más espacios. Por supuesto, generalmente,  pagados por la industria, que se convierte en una especie de banca particular de los llamados “KOLs”

Antiguamente, los congresos/simposios eran muy útiles para renovar el conocimiento en muchos campos médicos. La inexistencia de canales de comunicación digitales hacía muy difícil la difusión de información de los grandes expertos hacia los clínicos. Para solventar esto, se generaban espacios de encuentro e intercambio de experiencias.

Hoy en día, la era digital nos rodea y cualquier persona puede saber desde quien era la cuñada de Isabel II hasta que pauta de administración tiene un tratamiento psiquiátrico.

¿Es pues necesaria la formación presencial?

Si, lo es, aunque no en el formato actual. Pensemos que la facilidad de acceso de la información, por múltiples canales, ha hecho innecesario muchos de los simposios y congresos que antaño eran muy útiles para el intercambio de información. Además, no hemos de olvidar, que el origen de muchos de ellos tenía una finalidad legítima pero que han ido derivando en cortijos personales pagados por la industria sin más sentido aparente que la promoción de productos y las aportaciones económicas a grupos específicos de profesionales.


Así pues, en mi opinión, hemos de alejarnos de estas performances de Teletienda que, en muchos casos, no aportan nada. Hemos de abrir la perspectiva y generar espacios nuevos que podrían apoyarse en las redes sociales como fuente de networking e intercambio de conocimientos. 

viernes, 14 de marzo de 2014

La falacia del gasto sanitario


En el actual contexto de crisis económica y contención del gasto público se habla con mucha facilidad de la reducción del gasto sanitario. De forma subjetiva y atendiendo al elevado coste que supone un sistema sanitario y todos los servicios que de él derivan, se puede considerar que el actual SNS (Sistema Nacional de Salud) es un agujero negro de dinero público donde, en muchas ocasiones, se malgasta el dinero del contribuyente.

Es de recibo decir que como en todo sistema, tanto público como privado, existen multitud de ineficiencias que podríamos discutir larga y tendidamente. Además, hay que remarcar, que los criterios lógicos y racionales están sujetos a interpretación, por lo que un gasto superfluo para una persona puede no serlo para otra.

Miremos pues los fríos datos. Como se puede observar en la figura número 1, el gasto sanitario español (con datos del 2013) se encuentra en la media de la OCDE. Si miramos a nuestros los países nórdicos veremos que éstos se encuentran bastante por encima de la media y obviamente por delante de nosotros. Es un caso particular el que presenta EEUU, ya que su gasto sanitario es el más elevado de los de la OCDE pero no sería correcto hacer una comparación directa ya que estaríamos generando un sesgo por las diferencias de sistemas sanitarios.


Figura 1 (Datos de la OCDE)



Si nos fijamos en Alemania o Francia, que tienen sistemas muy similares al nuestro (aunque no totalmente) vemos que estos países invierten un porcentaje del PIB superior al español y a la media.


¿Son mejores en materia de sanidad estos países?

Como todo en esta vida, es relativo. La cartera de servicios del SNS, cuyas competencias están transferidas a las comunidades, es muy amplia y supera con creces la de países como Francia o Alemania. Entonces, ¿En qué gastan el dinero nuestros compatriotas europeos? Pues básicamente en personal. Los profesionales sanitarios en España tienen una remuneración de las más bajas de Europa (Figura número 2). Además los últimos decretos sobre rebajas salariales y recorte de las pagas extras a los funcionarios han acrecentado esta situación. Esto implica tener un sistema de cobertura más amplio con un coste menor. Otra discusión sería si la forma de mantener el sistema es precarizando a nuestros profesionales.

Figura 2


¿Pero qué pasa con la inversión?

Podríamos pensar que aun estando por debajo de países de referencia, cada año se invierte suficiente para que, en un breve periodo de tiempo, se consigan unos ratios similares.
Si analizamos el histórico de datos, vemos que desde el año 2000, el gasto sanitario en España se fue incrementando hasta colocarse por encima de la media de la OCDE. No obstantes, a partir del 2009éste sufrió un decrecimiento brusco tras los ajustes de las administraciones públicas. Como podemos observar en la figura número3, el gasto sanitario en relación al PIB ha experimentado una fuerte caída en los últimos años provocado por la contención económica de las administraciones, principales pagadores del sistema.Si añadiéramos el periodo 2012-2013 veríamos un descenso de hasta el -5%.

Lejos de corregirse,ésta tendencia parece ir en aumento. Los cambios de política en materia de sanidad están provocando una bajada de inversión importante además de la externalización de servicios, fomento de la sanidad privada e incluso el intento de subasta por partes de grandes empresas públicas como el ICS.
No hay que olvidar que desde el 2000 hasta el 2009, España crecía 4 puntos porcentuales, de media, por encima de la media de la OCDE en gasto sanitario.

Figura 3 (Datos OCDE)


Analicemos ahora el gasto sanitario per cápita. Si miramos los datos representados en la figura número4, veremos que España se aleja aún más de la media de la OCDE. En números absolutos el gasto en sanidad por ciudadano se encuentra en unos 2.361€ por habitante. Existe un dato muy interesante, los segmentos de color turquesa corresponden al gasto de la sanidad privada, que supone en porcentaje un 25% aproximadamente.

Figura 4 (Datos OCDE)


Como todos sabemos, en España, la mayor parte de la cobertura sanitaria está financiada por el sector público aunque existe una parte importante gestionada por el ámbito privado. Del 25% de los recursos que gestiona la sanidad privada, el 10% provienen de fondos públicos es decir, de concesiones y transferencias al sector privado por servicios que ofrece a la ciudadanía.  Este traspaso de fondos se ha ido incrementando año tras año. Si comparamos el dinero público que se gestiona por el sector privado entre el 2012 y el 2013, éste aumentó un 52%

Así pues, como ya he comentado anteriormente, en todo sistema existen ineficiencias pero es una falacia decir que España gasta en exceso en sanidad. Además, a la vista de los datos y de la cartera de servicios, centros, profesionales que tiene nuestro SNS hay que decir, que aun estando infra-financiado, hemos conseguido un nivel asistencial muy bueno. Pensemos que nuestro SNS da una cobertura prácticamente completa, desde un trasplante (con los costes y complejidad que ello conlleva) hasta una visita al médico de atención primaria.




Rubén López Zúñiga