A pesar de la complejidad
del tema que estamos tratando, me he animado a escribir unas breves líneas
sobre la propuesta de Carnavalsalud relativa al "derecho a bien
morir". No es mi intención relatar las clasificaciones o las disposiciones
legales que intentan regular el inevitable fin al que todos llegaremos. Quiero
por otro lado, dejar una opinión quizás más filosófica de lo que supone el fin
de nuestra existencia y sobre todo de como ese fin llega.
En muchas ocasiones el ser humano relega al olvido todo aquello
que le produce miedo e inquietud. Ese olvido, ese intento de relegar temas que
a todos afectan pero que queremos aplazar lo más posible, ha provocado la
invisibilidad de una consecuencia capital de la vida, la muerte.
No es de extrañar que en la sociedad actual hayamos apartado a un segundo plano
el tema de la muerte, la evolución humana del último siglo ha provocado que
nuestra esperanza de vida aumente significativamente. Además en la mayoría de
los casos vivimos mejor, por lo que podemos llegar a edades avanzadas sin
necesidad de preocuparnos excesivamente de la Parca. No obstante esta, al igual
que la espada de Damocles, pende sobre nuestras cabezas desde el momento en que
llegamos a este mundo. En el fondo sabemos que algún día ese momento que
queremos olvidar llegará aunque siempre esperamos que este sea de aquí muchos
años por lo que nos desentendemos rápidamente.
Durante nuestra vida la sociedad nos inculca una serie de valores morales.
Valores tales como la valentía, la sinceridad, el amor etc. Todos ellos están
impregnados de una esencia básica que es la dignidad. A lo largo de la
historia, al igual que la muerte, la palabra dignidad ha ido evolucionando.
Desde la “dignitas” romana, pasando por el s.XIX con un concepto de honor,
hasta nuestros días, la dignidad ha evolucionado al son de la moralidad y la
ética humana. Aun así, en nuestra mente la dignidad adquiere una forma
concreta, muchas veces variable según las personas pero con un alto valor
simbólico. Todos queremos ser dignos, vivir con dignidad y que se nos reconozca
esta a lo largo de nuestra existencia. Pero, ¿queremos morir dignamente?
La disociación de la sociedad actual entre su día a día y la
muerte es tal, que esta se ha transformado en un tema tabú, nadie habla de
ello, poca gente se plantea su propia muerte y por ende su propia existencia.
Esta amnesia colectiva sumada a una creencia social mayoritaria en la que todos
sobrevivimos o nos curamos gracias a la medicina, ha provocado que no nos
planteemos la dignidad al final de nuestra vida hasta que el final está ya muy
cerca o es del todo inesperado. No podemos pretender vivir dignamente si no nos
planteamos morir dignamente. Obviamente esto es totalmente diferente según la
persona, familia e incluso sociedad que esté considerando la dignidad de la
muerte. Aún así existe un consenso básico sobre esto y es, la llegada al fin
sin sufrimiento.
En lo relativo a la muerte todo el mundo tiene un amplio consenso con que el
ideal, es que esta suponga el mínimo sufrimiento a la persona. La minimización
de ese sufrimiento viene muy ligada a la dignidad con la que queremos finalizar
nuestra existencia y evidentemente es relativa a las diferentes situaciones en
las que acabaremos o queremos acabar. La elección de nuestra forma de llegar
ante la muerte es lo que el ser humano puede y debe elegir para poder ser digno
de su propia existencia.
Pensemos que todos
acabaremos de la misma forma por lo que tengamos presente como queremos
hacerlo. Decidamos, decidamos de forma individual, de forma clara y fría como
queremos enfrentarnos a nuestro último paso y sobre todo, de qué forma queremos
hacerlo.